pe-perreíto pe-pe-perreíto eso de ahí son árboles dice. yo miro y solo veo hileras de tallos plásticos verdes. los límites se han redibujado. hay perspectivas que se nos son negadas. esto hay que saberlo, porque sucede, todo el tiempo, aún sin que nos demos cuenta. en la laguna del pueblo, que ahora está cercada y no puede visitarse, hay carteles antiguos con indicaciones para turistas. y miradores solitarios en mitad de donde ya no puede pisarse. ¿nos echarán de menos las aves que antes observábamos? ¿a ti te gustan los cipreses? a mí no, son los árboles del cementerio. me gusta mi voz. me dicen que es dulce. también me gusta mi rabia. cuando grito mi voz dulce no es. un olmo creo que es el árbol que había en el huerto. ¿te acuerdas? no me acuerdo. ¿para qué sirve un tractor? para preparar la tierra para la cosecha. ¿para qué sirve un conejo que corre por salvar su vida? que te gusta más el paseo, ¿para este lado o para el otro? me da igual. ¿qué más cosas te dan
en un cuerpo pequeño caben barcos de papel a la deriva edificios altos de ladrillo blando -de esos que caen encima de la imaginación- diamantes que no se astillan en un pecho de tamaño estándar caben puentes levadizos cerillas para quemar las naves sueños libres sin disfraz de pesadilla metáforas fonemas morfemas algunos planes para escapar de una misma y llegar a casa llegar solo se llega a donde te esperan casa es donde te abrazan también por dentro
Tengo la sospecha de que en todas las ciudades existen rincones que podrían estar en cualquier otra parte. Y ya no recuerdo bien si yo misma soy un lugar – también lo sospecho– pero tengo clara una cosa: no quiero ser nunca cualquier otra parte.
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