c ó d i g o bye

¿Alguna vez se ha parado usted a pensar por qué la gente se refugia en otro idioma?

En qué me he convertido. Esta náusea aprieta 
mi garganta. 

Por qué me identifico solo con el silencio. Tanto silencio me está pudriendo por dentro. El silencio me conquista despacio. Me ata las manos. Es como un cáncer que se expande librando batallas internas en mi cuerpo. Célula a célula. O hueco a hueco. Pruebe usted mismo. Empieza en un rincón de la piel. Desatiéndalo. Un día se siente el cuello dormido. Al otro ha perdido su capacidad articulatoria. Abra la boca, gesticule. ¿Nada? Ya lo ve. 

Yo ya atiendo solo a mis vísceras. Me miro por dentro, pienso en mis tripas, oigo mi sangre correr, siento en la boca la bilis. Me envuelve. Me envuelve. La sangre no, no el mar: la ola. La soledad. 

Yo estaba muerta
Yo estaba sola
Estaba sí muerta, sí sola. 
Contigo no, 
sola. 

El espejo me mira. Me están mirando mis ojos.
Que son ¿de quién? Son 
de cualquiera. 

Aquí yace Pilar Morales, 26 años y nada que contar. Le pertenecen algunas palabras que ha dicho en lenguas que no son la suya: en inglés, en francés, en español. Pequeñas cadenas fónicas. A veces largas. Se crean en una mente. Se codifican. Viajan. Llegan. Y otra mente descodifica y comprende. A veces lo segundo nunca. 

Yo soy yo 
y en cada estado temporal de conciencia también me llaman 
por mi nombre. 

Habla su idioma además. Su propia lengua materna, que es la del silencio. 
Y es una lengua muerta.

Codifica el duelo, la despedida, el vértigo, la náusea. 

No ha sabido sobreponerse a la tristeza. 
No ha sabido 
rendirse
luchar
disfrutar de su cuerpo, 
de los cuerpos. 
vivir en la realidad 
entregarse a lo instintivo
conformarse
tocar tierra
elevar los pies por encima de las nubes

pedir 
lo que es justo
o                                                                  necesario

¿en verdad es justo y necesario?

Ahora qué quiere. La sal. Sacar la sal de un mar adentro. Sacarse los ojos para no ver. O empujarlos adentro. Observar que la sangre brote a borbotones de una herida intencional más profunda que la vida. Porque la herida es siempre más profunda que la vida. Y por eso la herida a veces nos salva de la vida. Como decir au revoir. 

Yo ya no quiero. Yo sí quiero no. De pequeña quiero ser feliz. De mayor soy un salto al vacío. 

Se mira
Se para
Contempla el cadáver que yace vivo. 
El cuerpo yacente vivo. 
Porque el cuerpo vive, 
el cuerpo duele, 
el cuerpo siente, 
y la mente vuela, como un gorrión común, como un 
común 
gorrión 
que se ahoga en lo más propio





porque ya 
no 
se 
soporta.  

Comentarios

  1. Dile que pronto


    Dile a la laringe que pronto. Y díselo también al párpado,
    a esa colcha con arena debajo, a esa princesa irritada en la madrugada
    por un guisante. (Lo cierto es que ya es tarde: pasadas las tres).

    En el.. bueno, sí, esa palabra, también medio muerta... ¿“ distrito”?
    En el distrito de la piel todos se conocen.
    Dile a la laringe que pronto. Y díselo también al párpado.

    Las noticias corren por aquí de boca en boca (propia); el aire,
    por el magnetófono de las arterias, va devanando rumores
    grabados: semillas del trueno. Ya es tarde, puesto que

    casi ha amanecido. Plántate en el cuarto de baño, examina de cerca la faz
    del espejo. No el rostro que surge al fondo. Sino lo que ha depuesto sobre ella
    el polvo, la raya del vidrio. Díselo a la laringe. Y también al párpado.

    En primer lugar, que ya pronto. En segundo lugar (aún más
    en primer lugar), que a pesar de ser tarde, daréis vuestro pleno apoyo,
    merced a toda esa oscuridad, vista en realidad, de la semilla del globo,

    a esa zona exacta de piel, a ésa en la que durante un instante
    imperecedero convergió Todo lo conocido, todo lo innombrado.
    ¿A cuál? Pero si ya lo sabes... Díselo a la laringe. Y también al párpado,
    unido a esa semilla suya del globo, dile que es demasiado tarde; dile eso en tercer lugar...

    STANISŁAW BARAŃCZAK
    (traducción de ANTONIO BENÍTEZ BURRACO Y ANNA SOBIESKA)

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